Era muy
tarde y yo tenía mucho sueño, pero a la mañana siguiente tenía que entregar una
oferta, asique en la Noche de Halloween,
estaba yo delante del ordenador aporreando el teclado, Las colillas se
amontonaban en el cenicero que vaciaba de vez en cuando, una botella de whisky
cienpipers y un vaso mediado al lado, destacaban sobre la mesa cuando de
repente un apagón en la noche de todos los santos me obligaba a encender velas
por toda la casa, pero el ambiente distaba mucho del romanticismo de la cera
ardiendo y se aproximaba, más bien, a un escenario tétrico digno de alguno de
mis post.
Cuando
volvió la electricidad, mire la hora y ya eran más de las doce, mi carácter se
había avinagrado por la falta de tabaco regado con el whisky.
Bajé a la
calle a comprar en un chino, pero mi decepción se hizo mayor al comprobar que
estaban cerrados, y lance un juramento en arameo, mientras buscaba algún sitio
donde poder comprar cigarrillos, y entonces a través de la niebla que me
rodeaba, vi con claridad una cafetería muy iluminada. De hecho era lo único que
estaba iluminado en toda la calle, así que me metí sin dudarlo.
Era un lugar
acogedor, de hecho tal y como estaba la noche aunque fuera la casa de un
Vampiro también me lo hubiera parecido. Me acerqué a la barra quitándome el
abrigo.
-¿un whisky?-me preguntó la camarera disfrazada
de bruja...una bruja sexy y encantadora.
-si, gracias-respondí tratando de separar
mis ojos de su generoso escote.
Me acomode
en el taburete y al instante entre en calor. Fue entonces cuando me fijé en la
gente que se refugiaba en el local. Debía de tratarse de una fiesta de
Halloween un poco cutre, la verdad, menos por los disfraces que estaban muy
logrados.
Al fondo
había un grupo de vampiros tratando de morder a una de las camareras-brujas sin
éxito. En una mesa había unos entes del más allá, pululando entre las mesas
unos duendes bajitos bebiendo whisky. Algún que otro ser que no reconocí
completaba el elenco. Las arañas eran muy reales, pero ya las había visto en el
corte inglés el día antes en la sección de disfraces. Un ogro salía del baño
justo cuando mi bella bruja me servía otro whisky.
-¿un día duro?-me preguntó sonriéndome.
-ya lo creo, pero acaba de mejorar mucho-dije,
pero sintiéndome un poco patético por el intento de ligar.
Pero a ella
pareció que le gustaba y se quedó charlando conmigo apoyándose con los brazos
en la barra. Sus pechos me hipnotizaban y seducían. Me hablaban de lascivia y
sexo, de caricias y ligueros, de besos húmedos bajo su falda. Entonces su mano empezó a jugar con la mía ante la mirada
de los otros clientes que murmuraban y reían.
Todo
desapareció menos ella. Me encontré subiendo unas escaleras viejas hasta un
dormitorio iluminado por grandes velas. En el centro de la habitación destacaba
una cama enorme en la cual me senté aletargado por sus encantos y el alcohol. A
duras penas me percaté de sus palabras, me centré en sus contoneos ante mí
bailando, dejando caer al suelo sus prendas una a una. Sus curvas eran
perfectas, su fragancia embriagadora, su lencería roja y negra de encaje fino. Al
quitarse el sujetador ya mi conciencia era nula. Sus pechos jugaban en mi cara
mientras agarraba sus nalgas.
La
camarera-bruja gemía a cada caricia de mis dedos. Se apresuró en desnudarme y
empujándome sobre la cama hizo de mi sexo su juguete. La agarró con presteza
por la base y su vaivén frenético junto con su lengua nerviosa hizo el resto.
Su forma de lamer y succionar me elevó a un cielo largo y explosivo, pero cuando me quise incorporar me encontraba
maniatado en el cabecero de la cama. Otras dos brujas ataban mis tobillos
también. Esto no era una orgia, pensé …. Más bien se parecía a un akelarre diabólico.
Todos mis
movimientos fueron inútiles. Las tres brujas estaban desnudas ante mí,
besándome y acariciándome. La morena aún se relamía de mí, mientras que una
rubia se había sentado desnuda en mi regazo. Su tatuaje de un cuervo en el
hombro llamó mi atención enseguida. Las tres lo tenían. Cuando quise gritar la
pelirroja se sentó en mi boca y me obligó a lamer sus pliegues dulces mientras la
rubia me cogía
Las tres
brujas se turnaron para cogerme gritando como sí nadie pudiera jamás oírlas. Yo
aguanté, sorprendentemente, cada una de las cabalgadas de esas mujeres
viciosas.
Pero cuando
ya no podía endurecer mi sexo más se enfadaron y me dejaron ahí, atado, en la
cama. Finalmente logré soltar mis ataduras y cuando traté de huir.
Oí unas
risas, me volví hacia ellas y ya se estaban desnudando de nuevo. Pero algo
había cambiado. Sus rostros no eran tan bellos. Había algo siniestro,
diabólico. Cuando reían sus dientes estaban afilados y sus ojos tenían un tono
rojizo. Su tez perdió el color y se había iniestado.
Sin darme tiempo a nada Una de ellas me
estaba lamiendo y de nuevo me la
endureció y de un salto se la clavó en su interior. Las otras dos se
estimulaban entre ellas en un sofá junto a la ventana jadeando y riendo.
Salté de la
cama empujándola al suelo y dejando atrás a las otras dos aturdidas por lo
ocurrido logré salir del dormitorio desnudo. Bajé las escaleras de dos saltos y
me tropecé y caí al suelo.
En ese
momento desperté, sacudí enérgicamente la cabeza, y me di cuenta que había
caído de la silla, aun estaba medio despistado por el sopor cuando el timbre de
la puerta me sobresalto, me dirigí a
ella, la abrí y
-¿truco o trato?- preguntaron dos guapas y atractivas
brujas vampiras y una enfermera lasciva
No pude
responder quede enmudecido al observar y reconocer el tatuaje en el cuello de
la enfermera ….. Era un cuervo
2 comentarios:
Espero que te susurrase: ¡¡ Nunca más!! ;)
Bso.
Estimada Dalicia, me susurro tantas cosas que tuve que hacer un trato cuando ellas me hicieron el truco.
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