Nada más acabar las doce uvas comenzó
el riego de champan y el trajín de las copas. La plaza estaba a rebosar, parecía
el metro de Tokio con los enanos buscando el roce de su pizarrín con alguna
descuidada.
Después de unos quince minutos
logramos salir de la citada, y nos trasladamos dando tumbos vertiginosamente a
uno de los locales de copas, que aquello parecía MEDIA MARCK de rebajas
y el “Yo no soy tonto” corriendo
a pillarse una Apple.
Por fin conseguimos un hueco en
la esquina de la barra con la pared, yo ya más tranquilo, pedí un cardhu con hielo, mientras recorría
con la mirada los personajes, cada uno con su disfraz, y entonces escuche:
-
- Mira que
calentadores¡¡
Aunque yo no soy de esos que se
fijan en los tíos, Me gire para buscar con la mirada a esos musculosos en
tanga, y dije : donde, donde están?
Pedro acercándoseme al oído me
dice - esas tres
Mire hacia donde me indicaba, y
pude ver entonces tres treinteañeras voluptuosas bailando sinuosamente como si
estuvieran haciendo estiramientos, percibi que clavaban su mirada en mí y me sonreían.
Las tías estaban, estaban, estaban, bueno la verdad es que estaban y además no tenían pinta de
pasar frio, porque claro llevaban calentadores, ese invento imbécil de los
ochenta
¿Calentadores de que? Deberían
llamarse calentadores de tios, aunque es cierto que en "Fama" o
"Flashdance" tenían su lógica porque los calentadores servían para que
las bailarinas calentasen los gemelos al comenzar a ensayar para evitar
lesiones.
Yo conocí a una ninfómana declarada que también calentaba
gemelos: se llamaban Pedro y Manolo y vivian en el piso de arriba.
¿Qué diablos pintaban unos calentadores en unas
treinteañeras adolescentes de Mondoñedo
del Barco, con sobrepeso e intentando atraer,
aunque sin demasiado éxito a un macho
Alfa del Norte en la discoteca? Es como
cuando ves una película porno por
primera vez.
Imagina Contemplar una discoteca con todas las mujeres
con calentadores, es como entrar a una
taberna en pleno Tibet y saber que vas a acabar en la cama del Yeti.
Ahora se les llaman
benefactores, y no se llevan en las pantorrillas, los llevan colgados del
brazo, y son los encargados de abonar las facturas
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