Mostro la patita
una y otra vez para vender Un proyecto estéticamente bonito con algunas interpretaciones
soberbias, lacrimógenas y llenas de “su” ética, y todo al servicio de unos
arquitectos de una historia que se muestra inflada a medida que llega al final,
pues el gambito no fue aceptado
Es sin duda una
serie por capítulos, que se parece al submundo del ajedrez, ese universo
paralelo con sus propias estrellas, egos, carencias y dependencias de los
pastores que muestran sus ovejas cada vez que hay un torneo con el fin de
propiciar miedo escénico sobre el tablero
Aunque nunca
paso de ser una jugadora de clase C, toma el pulso feminista de una época que
en un espacio tan cerrado como el ajedrez parece atrapada en un tiempo donde
los relojes de competición todavía eran de cuerda.
Intento aprender
el arte de mover las piezas gracias a interactuar con un bedel del jefe del
club, y gracias a ganar su primer torneo infantil se le unieron los mullidores
de vacas, y dice su primera frase a la periodista de life “ me gusta el ajedrez”
porque en el mundo de 64 casillas puede
llegar a sentirse segura y dominadora de los tranquilizantes. Un mundo dentro
de otro mundo
Las estrategias
y los tiempos del ajedrez son infinitos para dominarlos y solo con la táctica es
muy difícil ganar la partida, el resultado ajusta cuentas, y de una forma
notable y sobre todo disfrutable con todos los fantasmas del juego considerado más
difícil del mundo, la princesa perderá la dama y con ello la partida
Una serie que
recomiendo ver en Netflix, a bajo precio, que siempre hay uno, el talento
No hay comentarios:
Publicar un comentario