Lo recuerdo como si fuera ayer, tu entrada cual gacela
juguetona pasando entre las mesas del amplio salón de juego, con tu camisa blanca
sin planchar y tu falda azul de colegio, desenfadada y segura de cada
movimiento que, hacia la Dama, sobre la diagonal, que convergía en el castillo.
Fueron muchos los peones que cayeron, incluso grandes y altas
torres se desmoronaron al paso de la dama, el tablero arlequinado es como una estación
de tren y semeja el tablero de la vida, donde cada apeadero es blanco o negro.
La partida hace largo tiempo que empezó, después da tantas florituras maniobras, y gambitos en la apertura, llegamos al medio juego, es cuestión de concentración
y quizá un poco de fe en uno mismo, la combinación esta planteada, y cada
movimiento que hacemos nos acercara a un final con ventaja, o quedar
constreñidos esperando un giro inesperado que nos dé luz
Las implacables manecillas del reloj nos acercan a un final
donde apenas quedan peones con los que maniobrar, las diagonales están cerradas,
el Rey se mantiene encerrado en su castillo y la dama campa a sus anchas por el
tablero de la vida.
La vida es breve e intensa igual que en la partida, Donde cada
movimiento que haces te acerca o aleja de la luz que buscas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario