El sábado pasado
me encontraba tomando unas birritas en una de las terrazas del parque cuando me
sorprendió una amiga que no la miraba desde el verano pasado, y eso que a las
amigas suelo mirarlas sábado si y sábado no, más que nada para no olvidarme.
Nada mas
verme, corrió como una loca con tacones y con los brazos abiertos hacia donde
yo estaba, del apretón que medio todavía me duele mi lado izquierdo. Después de
los morreos de rigor, asiendo una silla y tomando asiento me dijo:
-
¿Qué haces aquí
fuera, con el frio que hace? ¿me
invitas, no? ¿Cuánto hace que no te veo?
Y con las ganas que tengo de verte para contarte cosas, ¡qué alegría!!
¿Tu estas bien, no? Te veo divino, pero cuéntame, cuéntame.
Ante tal batería
de preguntas, y para no perder tiempo en analizar a cual debería contestar primero, levantado mi mano y con el dedo índice
le señale la estufa que estaba colocada en la parte superior de la sombrilla,
al mismo tiempo llame al barman contestando a su segunda pregunta y diciendo ¿qué
vas a tomar?. Tomando sus manos entre las mías le conteste a su tercera
pregunta: ¿acaso no me ves bien, aunque ahora este vestido? Su risa alerto a los clientes de las mesas
circundantes a la nuestra, y con una vocecita más discreta y acercándose a mí
dijo – Como eres, no cambies nunca.
Mientras el
barman depositaba encima de la mesa una Heineken, me comento que después de
marcharme yo de la playa al domingo siguiente ocurrió:
Un susto que
rompió la calma de los bañistas de la Lanzada que estaban sentados en el
chiringuito “La nécora saltarina” al ver como de una gran lancha de color gris,
con la bandera norteamericana
desembarcaban tropas de elite del ejército Norteamericano, los tintos de
verano palidecieron y los Meyba se oscurecieron sospechosamente hacia un color marrón
chocolate en su parte posterior
Uno de los
tipos de color negro que media al menos unos seis pies de alto se
acerco al chiringuito y con un vozarrón y mal español dijo: Por orden de la embajada de los EE.UU. en
España, esto es una inspección!! Al mismo tiempo varios miembros armados
penetraron en la cocina del chiringuito confiscando sus planchas, su surtidor
de cerveza y la freidora industrial a rebosar de aceites con una edad digna
de estudios geológicos.
El tipo negro
de seis pies de alto le explicaba a uno de los miembros de la pareja de
guardias civiles, que parecían enanos a su lado, y que se habían personado para
levantar un atestado a requerimiento de alguno de los bañistas. Que Según
fuentes de Defensa, los niveles radioactivos y de acumulación de gases
potencialmente mortales en la zona señalaban la posible ubicación de una
factoría de armamento químico. Esto, más ciertas fotos satélite de uno
de los camareros, un hippie barbudo con chilaba, dispararon todas las sospechas
del polígono pentágono y de los nerviosos yankees de Norteamérica.
Poco después
se supo que en realidad, las alarmas de los sensores fueron disparadas al
abrir un tupper etiquetado con el letrero "ración de ensaladilla especial
para guiris". Según artificieros especializados, la actuación no
resultó del todo desafortunada, los diferentes componentes de la paella
marinera de ínfima calidad podrían haber provocado una deflagración sin
precedentes al ser combinados; explosiones que dejarían a las de Akira Kurosawa
al nivel de una mascletà infantil.
No obstante,
el dueño del local se declara inocente.
Asegura que las tapas las hace «como toda la vida se han hecho: con mimo,
cariño y kilos de salmonela fresca». El dueño del chiringuito será conducido
a Guantánamo, acusado de provocar las bajas ocurridas entre varios de los
boinas verdes (tres heridos leves por empacho, doce en coma por gamba letal y
un muerto por sobredosis de tinto de garrafón). Por suerte, no todo resultó
fatal: parece ser que la NASA ya estudia la utilización de su ensaladilla
rusa como compuesto para la construcción para superestructuras, así como el
desarrollo de armamento antidisturbios basados en el alioli casero del
local. Además, dejaron propina, ¡y en dólares!, que con los tiempos que
corren...
Yo tenía la
boca abierta, estupefacto quede, aunque pude balbucear:
-
¿Todo eso
que dices, ocurrió en realidad?
-
Que va tonto,
solo pretendo llevarte a la cama,
¿no te apetece?
Por
consiguiente hubo otro desembarco, aunque no fue en la Lanzada precisamente
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