La alta y atlética ejecutiva caminaba con paso firme y rápido hacia su vehículo, la falda negra de tubo por encima de las rodillas permitían ver unas estiladas piernas que parecía no tenían fin, gracias a unos tacones de 15 cm, la torera negra marcaba el final de la espalda y el inicio de algo apetecible a cualquier hora. La acompañaba un armario negro de 2 metros de alto, que llevaba un portafolios marrón en la mano derecha, mientras la izquierda asía el codo a la esbelta ejecutiva.
Al mismo tiempo que la ejecutiva avanza, y en la distancia presiona el botón del mando a distancia de todoterreno negro aparcado al fondo del parking, se despide del armario con dos sonoros ósculos, uno en cada mejilla, se dirige a la zona preferente del parking, ella sabe que es decidida, una chica guay, una campeona de las finanzas.
Se sube a su todoterreno con esa agilidad de movimientos que le permite la falda negra y que da la juventud, con un arduo y constante cuidado físico. Desliza el portafolios en el asiento del acompañante, y en el momento en que se dispone a agarrar el cinturón de seguridad, una mano abre la puerta del coche, y una voz grave le dice ¡¡Hola!! Haciéndole ahogar un grito de susto mientras su cuerpo pega tal brinco que su cabeza impacta con toda la energía en el techo del vehículo.
¡ Serás capullo! Acertó a decir cuando me miro
- Hola, otra vez, no pretendía asustarte, estabas tan entusiasmada con tus pensamientos que no me oíste llegar, le dije
- Habíamos quedado a las diez en el pub, me dijo,
- Si, pero pasaba cerca de tu despacho, y subí a darte una sorpresa.
- Ahora tengo que visitar un cliente muy importante, te veo en el Reinas, vale??
Y allí, en mitad del parking se quedo mi brillante y profiden sonrisa, mientras el todo terreno salía con un chirriar de ruedas, pero el guiño de ojo y el beso al aire, me hicieron presagiar que después de las copas en el Reinas Pub, volvería a restregarme en sus sabanas negras de satén
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