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miércoles, 25 de noviembre de 2020

EL RUMOR

 

Un día Alguien en algún lugar escribió: “Me encantan los rumores sobre mí, me entero de cosas que ni yo sabía que había hecho”

Un amigo me comento un día una anécdota de cuando hizo la “mili”. Recordaba al sargento de su compañía, lo que ahora se consideraría un líder con mucho carisma, dirigiéndose a los soldados en su último día de estancia en el cuartel.

En un principio, su discurso se centró en las tradicionales frases de los recuerdos del tiempo compartido y los buenos deseos para los próximos meses en los cuarteles de destino. Hasta ahí, se seguía el guion esperado. Pero lo que le llamó la atención a mi amigo fue el final de la despedida. ¡Con mucha energía, incluso cierto enfado, este sargento se esforzó en dejar muy claro que él nunca había estado en la legión, ni en ninguna otra unidad de élite del ejército!

Al parecer se había extendido este rumor por el cuartel sin ningún tipo de fundamento, posiblemente desde un sentimiento de admiración de los soldados hacia su mando y esta situación llegó a resultar molesta a su protagonista.

Los rumores suelen satisfacer algún tipo de necesidad emocional o intencionalidad de provocar daño en un equipo de trabajo u organización. No es muy habitual que sean un reconocimiento de capacidades o logros, como en el ejemplo anterior, más bien suelen ser descalificaciones, en aspectos profesionales, como atribuir la responsabilidad de la pérdida de un cliente, o incluso personales, como un supuesto exceso de consumo de alcohol.

En cualquier caso, el rumor se caracteriza por ser anónimo, nadie se responsabiliza de su autoría, por su capacidad de difusión, boca a boca y a través de redes sociales, y la dificultad para controlarlo, puede llegar a ser muy difícil desmentirlo de una forma eficaz.

De esta forma, el rumor se convierte en un comunicado “extraoficial” cuyo nivel de influencia en el equipo puede superar a las fuentes oficiales y generalmente tener un efecto dañino. Como suele suceder en cualquier aspecto de “salud”, el mejor tratamiento es la prevención.

Las reuniones, dirigidas de una forma adecuada, facilitan espacios de comunicación donde todo el mundo se responsabiliza de lo que dice y lo que calla. En ellas, se puede compartir la información de una forma ordenada y constructiva. No siempre impiden la aparición de rumores, pero, al menos, limitan su poder.

 

Recuerdo de Luis Palacios

 

 




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