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jueves, 6 de diciembre de 2012

DESEMBARCO EN LA LANZADA



El sábado pasado me encontraba tomando unas birritas en una de las terrazas del parque cuando me sorprendió una amiga que no la miraba desde el verano pasado, y eso que a las amigas suelo mirarlas sábado si y sábado no, más que nada para no olvidarme.
Nada mas verme, corrió como una loca con tacones y con los brazos abiertos hacia donde yo estaba, del apretón que medio todavía me duele mi lado izquierdo. Después de los morreos de rigor, asiendo una silla y tomando asiento  me dijo: 

-          ¿Qué haces aquí fuera, con el frio que hace?  ¿me invitas, no? ¿Cuánto hace que no te veo?  Y con las ganas que tengo de verte para contarte cosas, ¡qué alegría!! ¿Tu estas bien, no?  Te veo divino,  pero cuéntame, cuéntame.

Ante tal batería de preguntas, y para no perder tiempo en analizar a cual debería contestar  primero, levantado mi mano y con el dedo índice le señale la estufa que estaba colocada en la parte superior de la sombrilla, al mismo tiempo llame al barman contestando a su segunda pregunta y diciendo ¿qué vas a tomar?. Tomando sus manos entre las mías le conteste a su tercera pregunta: ¿acaso no me ves bien, aunque ahora este vestido?  Su risa alerto a los clientes de las mesas circundantes a la nuestra, y con una vocecita más discreta y acercándose a mí dijo – Como eres,  no cambies nunca. 

Mientras el barman depositaba encima de la mesa una Heineken, me comento que después de marcharme yo de la playa al domingo siguiente ocurrió:  

Un susto que rompió la calma de los bañistas de la Lanzada que estaban sentados en el chiringuito “La nécora saltarina” al ver como de una gran lancha de color gris, con la bandera norteamericana  desembarcaban tropas de elite del ejército Norteamericano, los tintos de verano palidecieron y los Meyba se oscurecieron sospechosamente hacia un color marrón chocolate en su parte posterior 

Uno de los tipos de color  negro  que media al menos unos seis pies de alto se acerco al chiringuito y con un vozarrón y mal español dijo:  Por orden de la embajada de los EE.UU. en España,  esto es una inspección!!  Al mismo tiempo varios miembros armados penetraron en la cocina del chiringuito confiscando sus planchas, su surtidor de cerveza y la freidora industrial a rebosar de aceites con una edad digna de estudios geológicos.

El tipo negro de seis pies de alto le explicaba a uno de los miembros de la pareja de guardias civiles, que parecían enanos a su lado, y que se habían personado para levantar un atestado a requerimiento de alguno de los bañistas. Que Según fuentes de Defensa, los niveles radioactivos y de acumulación de gases potencialmente mortales en la zona señalaban la posible ubicación de una factoría de armamento químico. Esto, más ciertas fotos satélite de uno de los camareros, un hippie barbudo con chilaba, dispararon todas las sospechas del polígono pentágono y de los nerviosos yankees de Norteamérica.

Poco después se supo que en realidad, las alarmas de los sensores fueron disparadas al abrir un tupper etiquetado con el letrero "ración de ensaladilla especial para guiris". Según artificieros especializados, la actuación no resultó del todo desafortunada, los diferentes componentes de la paella marinera de ínfima calidad podrían haber provocado una deflagración sin precedentes al ser combinados; explosiones que dejarían a las de Akira Kurosawa al nivel de una mascletà infantil.

No obstante,  el dueño del local se declara inocente. Asegura que las tapas las hace «como toda la vida se han hecho: con mimo, cariño y kilos de salmonela fresca». El dueño del chiringuito será conducido a Guantánamo, acusado de provocar las bajas ocurridas entre varios de los boinas verdes (tres heridos leves por empacho, doce en coma por gamba letal y un muerto por sobredosis de tinto de garrafón). Por suerte, no todo resultó fatal: parece ser que la NASA ya estudia la utilización de su ensaladilla rusa como compuesto para la construcción para superestructuras, así como el desarrollo de armamento antidisturbios basados en el alioli casero del local. Además, dejaron propina, ¡y en dólares!, que con los tiempos que corren...

Yo tenía la boca abierta, estupefacto quede, aunque pude balbucear:
-          ¿Todo eso que dices, ocurrió en realidad?
-           Que va tonto,  solo pretendo llevarte a la cama,  ¿no te apetece?
Por consiguiente hubo otro desembarco, aunque no fue en la Lanzada precisamente

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