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sábado, 19 de noviembre de 2011

LAS BARBERIAS

Historias de barbería, son esas  perlas de la jerga más coloquial que vivíamos los hombres mientras nos  acicalaban para intentar no ser un oso peludo.

Las barberías de antes eran esa especie de santuario vetusto y al mismo tiempo parafinico-cromatico al que se iba no sólo a que te cortaran el pelo, sino a discursear, y chismorrear, sobre la vida misma y enterarse de los últimos chascarrillos del barrio. El barbero -al que ahora se le llama de forma “fina” peluquero, era ese hombre que nos ponía al corriente de los últimos resultados de futbol, y de cuanto acontecía en derredor, más que nada para que ni un detalle de lo que estábamos viviendo se nos escapara.

En aquellos años las barberías olían a Varón Dandy y a espuma Lea. La brocha era consustancialmente mágica y la navaja tenía un fino y frio brillo. Y no digamos la máquina con la que nos descargaban de pelo, esa que de cuando en cuando te producía un pellizco y  sentíamos un frio escalofrío al adentrarse en nuestras cabezas.

En los lejanos finales de los años 70 las barberías estaban habitadas por barberos que  lucían batas blancas impolutas,  había sillas de madera, jaulas de canarios que cantaban exultantes, y de vez en cuando soltaban un exabrupto, infinidad de fotos del Real Madrid Colgadas de las paredes, y algunos periódicos donde figuraban en la parte superior de la cabecera el yugo y las flechas y también medio escondidas las primeras “Interviu”
Hoy las barberías son otra cosa. Todavía quedan algunas abiertas en algún rincón casi perdido en barrios y pueblos. Pero lo de ahora, sobre todo en las ciudades más grandes, es lo que se da en llamar peluquerías unisex donde a los hombres los arreglan de manera bastante más impersonal, te insisten en las modas estilo metrosexual, te ponen el pelo de punta, te embadurnan de potingues,  consiguiendo así, que te quedes calvo más pronto, y en ocasiones, más que cortarte el pelo, a poco que te descuides, te lo toman directamente.

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