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domingo, 11 de octubre de 2020

EL TALLER DE COSTURA

 

El exceso de tiempo libre y escasa verborrea conquistadora producen el escarceo en casi cualquier sitio con amor tarifado, de hecho el reality  "first date" es un ejemplo a seguir de intento de pillar cacho con un poco de pintura y algo de new look, quiza es por ello que algunos/as espabilados/as se afanen en montar talleres de casi cualquier cosa o tema con tal de conseguir un intercambio de lenguas o el ansiado amor carnal

Por lo que Fernando el gilipollas se dio cuenta de que ello era una nueva oportunidad en su incansable búsqueda del amor carnal. Por lo que entre los dos talleres  que había, eligió el de costura ¿Por qué escogió la costura y no la cocina? En primer lugar, en los talleres de costura suele haber más mujeres que saben hacer maravillas con sus manos y hombres de dudosa heterosexualidad, y en segundo lugar en el de cocina hay demasiados gordos.

 

Vamos que la costura era el escenario perfecto para un depredador como Fernando que últimamente solo sobrevive sorbiendo agua de charca y comiendo alguna almeja de playa.

decidió que se apuntaría al taller de costura en el convencimiento de que todas las mujeres comenzarían a imaginar como enhebraría y penetraría con fuerza su aguja al contemplar al único macho heterosexual de su particular mundo. ¿Qué podía fallar? Como siempre: casi todo.

El grupo estaba formado,  por Antonia (56 años y con tanta laca en el pelo que ella sola podía acabar con la capa de ozono), Adriana (52 años, obsesionada por el yoga y los gatos), Susana (55 años, con unas piernas largas y los labios pintados de un rojo tan intenso que parecía anunciar que tarificaba el amor), Paquita (58 años y con un baile de mano que le permitía el milagro de enhebrar una aguja en apenas 45 minutos), Roser (52 años, vestida como una hippy y con un peinado de rastas que tenía más mierda que un vertedero ilegal) y la profesora que se llamaba Alicia, tenía unos pechos que acababan en punta y le sobresalían mas allá que sus narices además de un canalillo inestimable para explorar, y era la única joven del grupo, o al menos era la más joven a sus 45 años, (demérito del resto, claro).

Por supuesto, el gilipollas dirigió toda su atención hacia la profesora, aunque pronto averiguo que no es buena idea hacer proposiciones deshonestas desde el minuto uno a alguien que lleva un alfiletero colgado del brazo y unas tijeras al cuello. Las agujas duelen, aunque duele más aun el rechazo.

Menuda decepción pensó Fernando ¡aquellas personas estaban allí para aprender a coser! ¿Quién diablos se apunta a un curso donde hay otras personas si no es para encontrar el amor horizontal? Pues resultó que todas aquellas mujeres estaban allí para coser y se suponía que él debía hacer lo mismo. Quizás con un poco de paciencia conseguiría su objetivo que no era bordar sino abordar y penetrar.

Así que el segundo día la mente turbia de Fernando el Gilipollas, se inició en aprender el noble arte de la costura, no obstante, no hay nada más peligroso que una aguja en manos de un completo gilipollas. A la primera de cambio, la aguja penetró dolorosamente en su pulgar lo que le hizo saltar de la silla y, debido a su elefantiásico volumen, derribo todo cuanto encontraba en su camino con el resultado que se clavó una aguja de coser justo en la entrepierna, más exactamente en el huevo izquierdo, y esto hizo que con su codo derecho se clavase entre los puntiagudos pechos de Alicia la profesora que a su vez propino un soberbio golpe en las nalgas de paquita que por el efecto del golpe clavo las tijeras en el muslo izquierdo de susana,……. Realmente fue un Reality show 

¿Y Paquita? Le pregunte, bueno, la semana pasada fuimos al entierro, al parecer unas afiladas tijeras pueden volar por toda una habitación y acabar clavándose en la más débil del grupo.

 Darwin tenía razón, - le dije - la selección natural hace su trabajo sin dudarlo. ¿y Por qué fuiste al entierro? - Continúe preguntando, - En cierta manera, - me dijo:  yo fui el culpable de que todas asistiesen llenas de tiritas, vendaje, yesos e incluso un parche. Y aunque todas me miraban mal, acudí al entierro de todas formas, porque nunca se sabe dónde puede uno encontrar el amor horizontal.


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