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sábado, 4 de enero de 2014

LOS CALENTADORES Y LAS DOCE UVAS



 

Nada más acabar las doce uvas comenzó el riego de champan y el trajín de las copas. La plaza estaba a rebosar, parecía el metro de Tokio con los enanos buscando el roce de su pizarrín con alguna descuidada.  
  

Después de unos quince minutos logramos salir de la citada, y nos trasladamos dando tumbos vertiginosamente a uno de los locales de copas, que aquello parecía MEDIA MARCK   de rebajas  y el “Yo no soy tonto”  corriendo a pillarse una Apple.




Por fin conseguimos un hueco en la esquina de la barra con la pared, yo  ya   más tranquilo,  pedí un cardhu con hielo, mientras recorría con la mirada los personajes, cada uno con su disfraz, y entonces escuche:

-      - Mira que calentadores¡¡ 

Aunque yo no soy de esos que se fijan en los tíos, Me gire para buscar con la mirada a esos musculosos en tanga, y dije :  donde, donde están?

Pedro acercándoseme al oído me dice  - esas tres 

Mire hacia donde me indicaba, y pude ver entonces tres treinteañeras voluptuosas bailando sinuosamente como si estuvieran haciendo estiramientos, percibi que clavaban su mirada en mí y me sonreían. Las tías estaban, estaban, estaban, bueno la verdad  es que estaban y además no tenían pinta de pasar frio, porque claro llevaban calentadores, ese invento imbécil de los ochenta 

¿Calentadores de que? Deberían llamarse calentadores de tios, aunque es cierto que en "Fama" o "Flashdance" tenían su lógica porque los calentadores servían para que las bailarinas calentasen los gemelos al comenzar a ensayar para evitar lesiones.

Yo conocí a una  ninfómana declarada que también calentaba gemelos: se llamaban Pedro y Manolo y vivian en el piso de arriba.

 ¿Qué diablos pintaban unos calentadores en unas treinteañeras  adolescentes de Mondoñedo del Barco,  con sobrepeso e intentando atraer, aunque  sin demasiado éxito a un macho Alfa del Norte en la discoteca?  Es como cuando ves  una película porno por primera vez.

Imagina  Contemplar una discoteca con todas las mujeres con calentadores,  es como entrar a una taberna en pleno Tibet y saber que vas a acabar en la cama del Yeti. 

Ahora se les llaman benefactores, y no se llevan en las pantorrillas, los llevan colgados del brazo, y son los encargados de abonar las facturas

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