No hace mucho tiempo escribió un libro que no se publicó, por ser hostilmente acogido por una crítica vacía de conocimiento, y repleta de hooligans escandalizados por la belleza de las estrellas en la noche.
Vivía entonces en provincias de un empleo de dirección, pero sostenía con Madrid frecuente correspondencia, incluso cuando era menester, viajaba en tren, lo que le permitía admirar el brillo de las estrellas, salvo en los túneles, que por suerte siempre tenían fin.
Un día se levantó y se sintió raro, vacío, y dolido con el mundo. Entonces comenzó a escribir, a escribir experiencias, algunas propias otras de otros, unas peligrosas y reales y otras tal vez deseadas. Es entonces cuando vive por primera vez un punto de inflexión que le llevará a retomar todo lo que hasta entonces había renunciado y le catapultará a experiencias nuevas, peligrosas y reales.
El pintor de estrellas; le dicen con desdén cuando le ven, pero lo cierto es que descubrió no eran lo mismo el lujo, la amistad, el baile, y el sexo, como sus detractores imaginaban que eran. Él sin embargo encontró a alguien luminoso que fue el catalizador del cambio de pupa a mariposa sin solución de continuidad, aunque no todo dura indefinidamente y lo importante no es solo el tiempo, es la experiencia.
El pintor de estrellas;
ella quería salvar el arte y el solo quería salvarla a ella
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