El tiempo es la clave,
el momento en que percibimos cada uno de los hechos, pensamientos y sucesos, marca
nuestro viaje desde que llegamos hasta que marchamos.
Si intentamos volvernos un poco más
racionales, podemos pensar que el pasado ya no existe, y no es más real que
nuestra imaginación. Del mismo modo podemos establecer que el futuro no existe,
pues aún no ha sucedido y solo podemos imaginarlo. Entonces, lo que es real es
el presente, simplemente un punto infinitesimal que se sitúa entre el pasado y
el futuro,
En la película estadounidense
In Time (titulada el “precio del mañana” en Hispanoamérica) se argumentaba que,
en el año 2161 el gen del envejecimiento humano había sido desactivado. Y al
cumplir los veinticinco años las personas dejan de envejecer, y transcurrido un
año mueren de un ataque cardíaco a menos que “ganen” tiempo y rellenen con el
su “reloj de vida” que llevan implantado en su antebrazo desde que nacen.
Por lo que el tiempo de
vida se convierte en dinero, y es la forma con la que los poderosos pagan sus lujos y necesidades. Los ricos pueden
vivir muchos años y hasta eternamente, mientras que los pobres, la mayoría de
la población debe trabajar, negociar o pedir préstamos para poder vivir el día
a día cargando sus “relojes de vida”. Cada persona vive en una “zona horaria”
distinta, en función de su estatus social.
La verdad es que no
es necesario esperar a 2161, para ver esa realidad, en la actualidad ya la “vivimos”
el rico compra la sanidad y tiene más probabilidad de seguir vivo en comparación
con el pobre que tiene que mendigar un poco de sanidad al rico.
Como el tiempo nunca
se detiene, podemos determinar que la cantidad que define la vida es el espacio
que hay entre que llegas y te vas. Por lo que recuerda que no se puede dar
marcha atrás al reloj…. pero si se puede
dar cuerda nuevamente
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